Estuve más de una hora cabizbajo,
buscando una razón para escribirme, encontrando tantas palabras triviales como
la primera. Pensé en lo sueños, en los momentos ficticios que deseo que sean o los
que añoro porque no vuelven a ser. Me di cuenta que me importa bien poco, que
sueño vagamente, que las pequeñas sonrisas me guían, como el faro al marinero, como
la luna tras el cielo. Con cierto sarcasmo me dicen: - No es real, aparca tu
mente en la próxima estación. Y yo, sin mucho titubeo, lo acepto, mientras apático
me veo. Entonces pienso que “son cosas de las musas, que nunca avisan
puñeteras” y pienso en ellas y en sus sonrisas, en la inspiración que aterriza,
que te ordena las palabras y les pone su acento para impactar en el momento más
oportuno. Luego vuelve a irse sin mirar atrás, sin dejar rastro, dejándote solo
con una hoja medio arrugada y unas cuantas líneas que no te dicen por dónde vas.
Hoy no llego a ninguna conclusión, tampoco tenía objetivo. Hoy vivo el momento,
hoy quiero hoy y mañana ya me preocuparé cuando mañana sea hoy.
Hoy me ha hecho sonreír un limón, un limón que
quiero hoy.
A.