Steven
había visto muchos objetos como ese pero cada uno tenía su pequeña diferencia y
este le fascinaba. La anciana se sorprendió gratamente al verlos llegar y en
cuanto se acercó y vio el interés del joven en aquel producto fue a explicarle
toda su historia. Al escuchar el significado que tenía, no dudó un instante y
quiso que se convirtiera en algo especial también para él. Se lo compró a la
anciana y volvió con su chica hacia el asombroso río. Encontraron una zona
verde por dónde se podía descender fácilmente hasta la orilla del río y se
sentaron, acurrucados, a contemplar la puesta de sol. Steven la envolvió con
sus brazos por la espalda, apoyando con delicadeza su barbilla en el hombro
izquierdo. Su nariz, cerca del cuello, se sumergía en un jardín de flores, de
elegante fragancia, con un toque picante a la postre. Su olor característico
era fuente de deseo, de ternura, que Steven inspiraba con necesidad, como si se
tratara de una droga. Cerraba los ojos durante esa inspiración profunda y
dejaba repartir ese olor por todo el cuerpo. Cuando esa sensación cáustica le
dominaba por completo, en especial sus ojos, espiraba el aire retenido. Mientras,
sentía como su pelo, el de ella, chocaba aleatoriamente contra su rostro, el de
él. Steven le susurró al oído:
- Quiero
darte algo, algo que quiero que lleves contigo pase lo que pase. Un pequeño
vínculo, un recordatorio de todo esto. Una manera de llevarme contigo a
cualquier parte y poder protegerte.
- ¿Qué
es Steven? -Ella giró el cuello y le miró fijamente a los ojos.
- Llévalo
siempre contigo y acuérdate de este magnífico viaje, de este río, de esta
cultura, de esta puesta de sol, de esta hierba, de esta agua, de este calor, de
este olor… y un poco, tan solo un poco, de la persona que te lo regaló y lo
colgó de tu cuello.
- Dámelo
por favor, me estás poniendo nerviosa. ¿Qué es?
- Cierra
los ojos y agacha un poco la cabeza anda. –Ella siguió sus órdenes y agachó la
cabeza. Él sacó del bolsillo una pequeña bolsa donde aguardaba el objeto con
una rutilante cadena plateada-.
- Me
das miedo.
- ¿De
verdad te doy miedo?
- No,
pero estoy temblando.
A.
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