lunes, 4 de julio de 2016

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Steven había visto muchos objetos como ese pero cada uno tenía su pequeña diferencia y este le fascinaba. La anciana se sorprendió gratamente al verlos llegar y en cuanto se acercó y vio el interés del joven en aquel producto fue a explicarle toda su historia. Al escuchar el significado que tenía, no dudó un instante y quiso que se convirtiera en algo especial también para él. Se lo compró a la anciana y volvió con su chica hacia el asombroso río. Encontraron una zona verde por dónde se podía descender fácilmente hasta la orilla del río y se sentaron, acurrucados, a contemplar la puesta de sol. Steven la envolvió con sus brazos por la espalda, apoyando con delicadeza su barbilla en el hombro izquierdo. Su nariz, cerca del cuello, se sumergía en un jardín de flores, de elegante fragancia, con un toque picante a la postre. Su olor característico era fuente de deseo, de ternura, que Steven inspiraba con necesidad, como si se tratara de una droga. Cerraba los ojos durante esa inspiración profunda y dejaba repartir ese olor por todo el cuerpo. Cuando esa sensación cáustica le dominaba por completo, en especial sus ojos, espiraba el aire retenido. Mientras, sentía como su pelo, el de ella, chocaba aleatoriamente contra su rostro, el de él. Steven le susurró al oído:

-    Quiero darte algo, algo que quiero que lleves contigo pase lo que pase. Un pequeño vínculo, un recordatorio de todo esto. Una manera de llevarme contigo a cualquier parte y poder protegerte.
-     ¿Qué es Steven? -Ella giró el cuello y le miró fijamente a los ojos.
-    Llévalo siempre contigo y acuérdate de este magnífico viaje, de este río, de esta cultura, de esta puesta de sol, de esta hierba, de esta agua, de este calor, de este olor… y un poco, tan solo un poco, de la persona que te lo regaló y lo colgó de tu cuello.
-     Dámelo por favor, me estás poniendo nerviosa. ¿Qué es?
-     Cierra los ojos y agacha un poco la cabeza anda. –Ella siguió sus órdenes y agachó la cabeza. Él sacó del bolsillo una pequeña bolsa donde aguardaba el objeto con una rutilante cadena plateada-.
-     Me das miedo.
-     ¿De verdad te doy miedo?
-     No, pero estoy temblando.


A.

martes, 24 de mayo de 2016

Blanco sobre negro.



Recuerdas aquel momento como si fuera ayer, cuando las palabras aparecían sin aviso previo, cuando la mirada perdida se convertía en un profundo suspiro. Bastaba con una pequeña idea para desgastar el papel inerte sobre el que escribías, entre garabatos y borrados yacía esperando, esperando ser vida.

Hoy se quedan en blanco, arrugados y sin encontrar su camino. Quizás sea porque ya no forman parte del momento, quizás porque las palabras cobraron la vida que les merecía. Ahora tan solo sabes que persisten, entre aquellas comas y sobre aquellos puntos, pero aunque las eches de menos prefieres vivirlas, en papeles en blanco.


A.