miércoles, 10 de diciembre de 2014

Una vez más


Salvador Dalí. 


Una vez más, cuando más rápido avanzan las agujas y menos tiempo existe para sentir al tiempo pasar consigues, desde la parte más profunda e inaccesible de tu pensamiento, despertar una chispa que organice todas esas ideas inconexas. Cuando el mundo más te exprime y utiliza surge, de repente, esa explosión que ordena el desorden. Pero esa explosión no aprende ni entiende de tiempos ni compases.

En cambio, tú sí que has aprendido a sacarle tiempo al tiempo, a ganar los segundos que no existen, a perder los minutos que no tienes, a dejarlo todo mientras dure la explosión, a sacrificar media hora para ganar una sonrisa, a no decir nada pero a entenderlo todo. Intentas justificarte aunque no tengas que hacerlo. Del mismo modo que cuando escuchas a tu cuerpo, corres, también escuchas a tu mente traduciendo y escribiendo sobre un papel cada uno de los susurros.

Ahora ha surgido ese momento, lleno de susurros, que viene con mayúscula sin saber cómo y que se va con tu punto final. Te das cuenta de que llevas mucho tiempo queriendo creer, que no es tanto el empeño que le pones, que no son tanto las ganas de soñar sino las de encontrarse a sí mismo, las de inventarse de nuevo. Hasta que un día, una vez más, surge esa nueva explosión que ordena el desorden, esa musa puñetera que conecta con tus pensamientos. Entonces crees querer y te obligas a pararte un instante aunque el reloj no haya aprendido a descasar.


A.

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