Juego de sombras que bailan para ti. Te mueves entre ellas
rompiendo los esquemas de la luz que no consiguen alcanzarte. Te deslizas en la
penumbra atravesando calles y vías de tren que te dividen en dos. Dejan cada parte
en un lado, cada sentimiento en su lugar, cada momento en su tiempo. Bajo el
mar de sombras cabalgas hasta un lugar más oscuro todavía, donde la fina línea
que dibuje tu sombra sea casi imperceptible. Es la delgada marca que separa tu
existencia del mundo, tus sueños de la realidad y tu memoria del presente. Como
todo en esta existencia que se divide en dos. Cielo e infierno, blanco y negro,
la verdad y la mentira. Tú y tu sombra seguís el mismo tempo, ella marca el
ritmo y tú pruebas con la melodía. Perfilas tu sombra en el suelo, en un árbol
o en cualquier molino abandonado. Disfrutas jugando con las inclinaciones, los
tamaños, incluso con los colores que pareces crear. Ella te guía aunque te
pierdas, aunque te abandones y necesites soledad. Es la prueba más natural de tu
existencia. Y ahí residirá tu esencia, en la que por más que cambie de forma
seguirá siendo la misma, junto a ti.
Bailarás con ella pero dejarás que te lleve, porque tú no
sabes bailar.
A.
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