Viejo divino ¿ dónde vas? Yo sé muy bien que no querés mirar atrás
Final amargo solo queda hoy un perro flaco
Y el fondo de un vino pa’ entibiar
El traqueteo del caballo alertó de su presencia. Marcaba un ritmo constante, rápido y vigoroso. Sin duda, era el mejor corcel que vivía por aquellas tierras francesas. Relinchó mientras paraba un breve instante. Acariciado por su amo relajó sus músculos y mantuvo su belleza impasible.
Sobre él, dejaron caer una rosa marchita que decoró la fría y solitaria calle de invierno. Una luz roja sobre el oscuro mantel empedrado.
Y él, con su amo, siguió traqueteando calles empedradas hasta que los caminos fueron de tierra y el oscuro mantel se iluminara de estrellas. El nombre de su amo seguía dándole una razón para cabalgar.
Lejos de la ciudad, lejos del mundo.
Feliz Falsedad.
A.
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