-¡Hola diario! Te preguntarás porqué te escribo hoy, después
de tanto tiempo. Pues mira, no puedo dormir. Aunque realmente no sé porqué te
llamo diario si tan solo eres una libreta medio destrozada, a la que le han
quitado casi todas sus hojas con delicadeza (o tampoco). Ahora tan solo te
quedan… a ver que cuente… ¡Dieciséis hojas! Con lo grande y fuerte que eras y
lo débil y flacucha te has vuelto. Bueno, al menos todavía te queda espacio para hacerme compañía esta noche, siempre has estado ahí. Aunque ya no te quede mucho,
cualquier día desapareces y me dejas sorprendido, furioso y dolorido. ¿Quién me
acompañará las noches como hoy?
- Otra libreta.
- Pues no, tu eres especial y será difícil suplantarte.
¡Cuántas cosas transmito sin decirlas, eh! Jo… ¡Cómo me ayudas! Por cierto, ¿sabes qué? Hacía muchísimo tiempo, desde
París creo, que no escribía a mano.
- Ya bueno, nunca has
tenido una buena letra.
- No era necesario eso… mira que te arranco otra hoja. No te
preocupes, admito que no me gusta mi letra. Estoy pensando que si todo lo que
he escrito lo hubiera hecho aquí, ahora mismo solo serías dos tapas de cartón.
¿Dieciséis hojas? Bah… eso con un par de sucesos y una musa lo relleno.
- Eres un cobarde.
- No te atrevas… ahora ya no tiene sentido no serlo. Parece
ser que hace tiempo perdió el sentido.
- Valoras en exceso
algunas cosas puntuales e infravaloras lo que siempre tienes.
- Puede, pero no todo. ¿Cuánto tiempo llevas ahí en el
armario empotrado esperando a compartir tu papel con mi tinta? Siempre ahí y
ahora, justamente ahora, te necesito. Realmente lo he hecho siempre, aunque te
llenes de polvo. Con las demás cosas te diferencias porque siempre estás ahí,
no te puedes mover, aunque te queda poca vida…
- Desde hace tiempo,
he creído que ya no me necesitabas, que estas noches habían acabado, quizás
porque ya estoy mayor.
- Prometo escribirte todos los días “te necesito” hasta que
tus hojas se acaben, y cuando se acaben seguiré por las tapas y cuando ya no
quede un hueco en blanco donde quepa “te necesito”, entonces comenzaré a
introducir nuevas hojas que graparé (sin hacerte mucho daño) y continuaré
escribiéndote que te necesito hasta que te quede claro y suplante todos estos
años olvidados.
- Hermoso pero ya
sabes que odio que me taches, aunque hoy lo hayas hecho poco.
- Lo sé. Pero mis dudas están presentes siempre.
- Te lo perdono
mientras cada mañana me despierte para escuchar que me necesitas. Y no te
equivoques cuando escribas eso precisamente y tengas que tacharlo.
- De eso estoy seguro. Casi llevo dos hojas, ni pizca de
sueño. ¡Joé! Me quedan cuatro horas y media.
- ¿Te habías planteado
hablar con una libreta cuando te has levantado a por mí?
- La verdad es que no, pero necesitaba compañía y que
alguien me escuchara. Eras la primera en la lista.
- ¿Has sacado algo en
claro?
- Que te necesito.
- Por eso sigo aquí.
A.
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