Hace ya tiempo que no escribo,
que no me miro hacia dentro y pienso. Quizás no lo he necesitado o no he tenido
tiempo. Quizás, sencillamente, no he querido pararme a pensar en este tiempo.
Las notas se alargan, las luces
se apagan, el mar está en calma. Entra en escena un caminante con paso sosegado
pero firme, paseando sobre un fondo en blanco. Día a día, su promesa al otro
lado del charco se hace más realidad; día a día, escribe menos sobre tachado. La
inspiración surge sin melodía alguna y ante la sorpresa manda callar al
silencio. La música lo envuelve, lo motiva, lo invade de vida. Demostrado lo
demostrable acepta lo perdido y aún hoy lo refleja en cada paso, en cada
momento que puede equivocarse. Sonríe, asiente y suspira al descubrirlo de
nuevo, al girarse y ver al camino hacer pendiente. La noche le acecha con sus
traidoras estrellas. Con una luz mentirosa de hace muchos años, del pasado
o no vivido. Quizás por ello las mira y observa, piensa y sueña. ¿Con el futuro
o con el pasado? Quién sabe, pero esa luz viene de antes. Ahora duerme
acurrucado en su manta por el viento y aunque deja atrás lo que no quiere, sabe
que duerme bajo su antiguo firmamento.
Qué fácil, qué rápido, no sé cómo
no he escrito mucho antes. Encuentro el significado en cada palabra, me
encuentro a mí mismo entre algunas de mis líneas. Pienso que sí que he pensado
en todo este tiempo, aunque me niegue con los ojos cerrados.
A.
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